viernes, 3 de junio de 2022

Avientome

La exquisita locura acaba por inmolarme,
aunque no pueda de hecho ni siquiera mover mi mano derecha
resisto un poco pero me quiebro, como todo lo que no es un cuarzo
y habito por unos segundos un recuerdo algo podrido.

Busco en palabras pasadas emociones equidistantes
que resuelvan ecuaciones de incógnitas etéreas
que susciten ánimos de sostener la mirada
que permitan el regocijo alegre alrededor del fuego.

No estoy aquí ni por ti, ni por mi, ni por ella
estoy aquí porque aún no sé si Santiago está vivo o muerto
y si fuese lo segundo tengo el deber de hacer su sueño el mío
y no caer en la bóveda de erebo ni los sueños de Tonantzin.

Solía creer que escribía para encantarte
pero la verdad es que lo hacía para poder soportar la mente
y mi incapacidad de alejarme de los panteones
me ha llevado demasiado cerca de esas fuentes.

No me quejo ni intento dar con nada
sólo estoy aquí, de nuevo, intentando encontrarme
descifrando si mi corazón dice Alemania, México o basta
si las visiones fueron reales o sólo me gustan mis razones.

La soledad y la fealdad van de la mano, lo escribí en otra parte
una como sujeto y la otra objeto de uno mismo,
una percepción empobrecida del estímulo
imposible de ser alterada por la gente que nos ama.

Es el ego, el vicio y el hambre
la caída ciega de la testosterona
la triste violencia juvenil
¿soy acaso más que eso?


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